viernes, 20 de marzo de 2009

La angustia...

Nos falta el aire, suspiramos, sentimos que algo inexplicable nos apreta en pecho, tenemos ganas de llorar , cómo si tuvieramos una pelota en la garganta que sube y baja, que crece y disminuye sin aparentemente nada que lo explique. Esto se suma a una sensación de dolor en la boca del estómago que se experimenta como un verdadero “hoyo” que duele , duele mucho.
En esta sociedad hedonista que sólo busca el placer, cualquier manifestación corporal un poco desagradable es urgente eliminarla de inmediato, generando una cultura que ya no sabe controlar desde dentro del ser humano cualquier malestar, debe obligatoriamente buscar el “remedio” afuera. Esto hace que todos los síntomas antes mencionados se eviten con medicamentos.
Hoy estamos todos “deprimidos” o sino somos “bipolares” o tenemos “crisis de pánico” o sea que nadie esta muy normal, lo cual evidentemente no es cierto.
El tema es que cualquiera que suspire más de lo frecuente, tenga un poco de taquicardia, se va sentir en un cuadro “angustioso”.
Muchas veces la angustia se genera en la medida que las personas perdemos la capacidad para vivir el presente, y desplazamos el pensamiento hacia cualquier actividad que se va vivir después del acto presente.
Conocida es la sensación de la angustia al despertar , esto se produce porque rápidamente la persona se conecta con todo lo que tiene que hacer , es “como si el día se le cae encima de la persona” y no es la persona la que enfrenta el día de a poco. Así hay muchos ejemplos, la angustia es siempre anticipatorio y siempre esa anticipación es negativa y por lo tanto se inician los síntomas corporales, después de que han comenzado los pensamientos negativos.
Para evitar experimentar esta sensación: cada vez que desplaces el presente a un futuro inmediato, mediato o lejano, preguntate ¿DONDE ESTOY Y QUE ESTOY HACIENDO???, estas dos preguntas te traerán al presente y ahí no hay angustia.
La angustia la genera uno mismo en la medida en que piensa en lo que no ha ocurrido.

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