El reto del líder es lograr los resultados desarrollando el talento y dejando hacer a sus colaboradores. Para ello, el líder ha de afrontar sus propios miedos e incertidumbres, que le dificultan delegar y le impiden gestionar la tensión a la que se ve inmerso.
En definitiva, los mejores líderes tienen un punto en común, profundidad al cubo: tienen un profundo conocimiento de la persona, un profundo conocimiento de sus puntos débiles y fuertes e inspiran una profunda confianza. Y los colaboradores quieren seguirlos no sólo por una decisión racional, sino también emocional.
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