jueves, 13 de noviembre de 2008

Este amor que se puede convertir en un contacto con la propia verdad es algo que sólo surge de tu conciencia; no de tu cuerpo, sino de lo más profundo de tu ser. El deseo surge de tu cuerpo; el amor surge de tu conciencia. Pero la gente desconoce su conciencia, y de esta manera se perpetúa el malentendido: confunden el deseo carnal con el amor.
Hay muy pocas personas en el mundo que conozcan el amor. Son aquellas que se han vuelto muy silenciosas, llenas de calma… y que, como fruto de ese silencio y de esa paz, han entrado en contacto con lo más profundo de su ser, con su alma. Una vez que entras en contacto con tu alma, tu amor se convierte no en una relación sino, sencillamente, en tu sombra. Dondequiera que vayas, con quienquiera que vayas, estás amando.
Ahora mismo, aquello que llamas amor está dirigido hacia alguien, circunscrito a alguien. Sin embargo, el amor no es un fenómeno que se pueda acotar. Puedes sostenerlo con las manos abiertas, pero no lo podrás encerrar en tus puños. En el momento en que cierras tus manos, te das cuenta de que están vacías. En el momento en que las abres, toda la existencia se ofrece ante ti.
Sócrates está en lo cierto: aquel que conoce el amor, conoce la verdad, porque son sólo dos nombres para una misma experiencia. Date cuenta de que si no has conocido la verdad tampoco has conocido el amor.
“No hay mejor ayuda que el amor para alcanzar esta bendición de la naturaleza humana”

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